LA INOCENCIA Y LA ESPERANZA MUEREN EN LA PLAYA
El mes de septiembre viene
cargado de actividad. Quizá la nota más conflictiva viene de la mano de los
refugiados, que llegan a las costas de Europa huyendo de una guerra sin sentido
que está diezmando la población en Siria.
La vieja Europa que disfruta de
PAZ después de años de guerras intestinas, invasiones, conflictos, dos guerras
mundiales, ahora se prepara para dar cobijo a cuantos están invocando el
derecho de asilo.
Los países más desarrollados
económicamente como Alemania y Suecia están haciendo un gran esfuerzo para dar
alojamiento a cuantos llaman a las puertas, pero el suelo es limitado. El éxodo
debe acabar y eso solo se conseguirá poniendo fin a la contienda civil.
Las aguas del mar no se abrieron
para el pequeño Aylan, no llegó a la tierra prometida donde su familia y él
buscarían refugio lejos del odio de la guerra, el agua salada impidió al niño,
su hermano y su madre, llegar al refugio sólido, como muchos otros migrantes y
refugiados que buscando la Paz en la
Tierra, encuentran la Paz Eterna.
Los riesgos de no llegar al
anhelado puerto, son menores que los de quedarse en su país y encontrarse con la muerte segura. Por eso se aventuran
sin
salvavidas, en embarcaciones de pocas garantías, con la esperanza de mejorar
la existencia.
Pasarán mucho tiempo hasta que podamos alejar de nuestra memoria,
la imagen del niño que yace sobre la orilla como si estuviese dormido. Debe
sacudir nuestras conciencias y quizá debemos preguntarnos… si hubiésemos
podido dar más de nosotros mismos para que estas tragedias no ocurran, o al
menos, que no se repitan.
Llevamos a Aylan en nuestro
corazón porque podríamos haber sido cualquiera de nosotros que necesitaba ayuda
y no consiguió alcanzar. LA INOCENCIA Y LA ESPERANZA MUEREN EN LA PLAYA,
mientras que los responsables de llevar a sus pueblos a la guerra y el hambre,
excusan sus actos en aras de, no sé bien qué
justifique la tragedia y la barbarie.
www.elmundo.es/internacional/2015/09/09/55efebe246163f79088b456f.html .
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