!Hay tanto que hacer hoy...¡

 !Hay tanto que hacer hoy...¡

Que no sé si... voy a hacer algo.

Esta es la primera  frase que he oído esta mañana y con la que me he sentido identificada. Y es que el devenir diario es tan diverso y complejo, que cualquier día no festivo y cotidiano se transforma en un día lleno de obligaciones, en  una jornada laboral  agotadora.

En los países occidentales cristianos, la oración y el aseo son las primeras acciones al llegar el día. No son obligatorias, pero si recomendables.

Y el desayuno, esa palabra que nos indica que ya vamos a poder pensar y trabajar, porque hemos dado al cuerpo la energía que necesita para arrancar la rutina diaria.

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Los medios de comunicación acompañan esta puesta en escena:la información del tiempo: ¿debemos abrigarnos mucho, o bastará con una chaqueta?. ¿Las temperaturas son muy altas o quizá muy bajas?.En  tráfico: el camino al lugar del trabajo ¿es transitable o quizá algún impedimento me obligará a cambiar la ruta?

Estamos llegando al trabajo, y ya, hemos realizado un sinfín de acciones necesarias para la vida diaria.

Pero, ¿qué ocurre cuando esa normalidad se trastoca?. Una mañana conectamos la tele y nos dicen que un país grande ha iniciado una guerra contra otro más pequeño.Nos produce sorpresa, por lo menos a la gran mayoría, y acudimos al mapa:¿donde está el país pequeño?, vemos que queda muy lejos y seguimos con los hábitos de siempre.

La información  se va ampliando según el día va mediando.Y nuestra incertidumbre disminuye al ver que el peligro está lejos.

Imágenes de google

Ha pasado casi un año desde que los tambores de guerra tronaron en un rinconcito de la vieja Europa.Aquellos que aman la guerra, siguen fuertes, no les importa la muerte, la destrucción  y el exilio de la población, que no les parará. Mientras,  los que quieren la Paz, huyen de su tierra, piden ayuda y desean la negociación para que todo termine, para vivir en progreso y libertad.

Araceli Torres

09/01/2023