(DÍA DE LA MADRE)/TIEMPO DE FELICIDAD


Nació mi hijo y sentí una felicidad que nunca había experimentado hasta ese día. Cierto es que cuando somos pequeños y bajo la protección y el afecto de nuestros padres, somos felices, pero no lo sabemos. Con el pasar de los años la vida se complica, aceptamos que debe ser así, que una veces lloramos y otras reímos, pero cuando dejamos mal cerrada la puerta de la intimidad, los obstaculizadores de la fortuna, hacen su aparición, comienza el conflicto, las murmuraciones, y los levantamientos de falso testimonio, que socavan la dicha  adquirida y cuidada como nuestra propia vida.

                                                               

Decidí y comprobé que sería siempre positiva, allá donde mi hijo estuviera y él estuviera contento. La infancia de mi hijo fue muy grata para mí, no solo el niño era sano, sino que además llamaba la atención por su cara tan bonita.

No recuerdo que alguna vez haya estado débil estando mi hijo cerca de mí, aun cuando la depresión apareció en mi vida, la compañía de mi hijo, su abrazo, me daban fuerzas para mejorar. Fueron años de penuria emocional, pero mi amor hacia mi niño nunca flaqueó, los problemas y los sinsabores pasaron gracias también a la ayuda de los especialistas y ahora siempre y en cualquier sitio me siento tranquila, si sé que… mi peque está bien.

Los conflictos y los problemas aparecen para todos, también el nuevo día llega para todos y recordamos con alegría los días de prosperidad: el día que dejó el pañal, el día que le quitamos los ruedines a la bici, el primer amor   del chico, la entrada en la Universidad y como remate el día que me hizo abuela. Desde entonces creo que me he vuelto mejor persona, disfruto más de preparar la comida o arreglar la casa pensando en, que lo hago para mi familia: el olor de las flores es más intenso cuando mi nieta las arranca, y los animales caseros son más activos cuando ellos están en casa.

En mi vida la felicidad no la he buscado, aparece y desaparece cuando la vida quiere, puedo  trabajar con esas desapariciones y observar que a pesar de las pérdidas, mi vida ha sido normal. Mi madre aún viva con el pelo más fuerte que yo, y el carácter también tenaz, eso me hace seguir adelante. Cuando las cartas venían mal dadas ella decía: “conmigo no puede ni el carrito de la basura”. Mi padre, más firme aún, consiguió encontrar bienestar a través de la felicidad de los hijos, y con los biznietos ya enloqueció de alegría, y esas pequeñas cosas son las que me hacen feliz.

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