VEINTE-VEINTE
Año nuevo y contador a cero
Ya hemos hecho los conjuros adecuados para que el nuevo
año nos sea benefactor y quizá que, ya
hemos conseguido algunos de los propósitos que nos habíamos imaginado en el
2019.
Las cifras que manejan los expertos de las
contabilidades, nos dicen que este año la solidaridad ha aumentado que la gente
ha donado más que el año anterior, y como siempre, esa mejoría de los más
desfavorecidos tiene que venir de la gente sencilla del pueblo, de los
ciudadanos de a pie.
Caminando por la ciudad vemos personas que no parecen
satisfechos dentro de sus envueltos en ropa de caridad. Algo les falta que les
dibuja en la cara una sombra de melancolía. Van vestidos tienen donde ir a
comer e incluso pueden encontrar un techo bajo el que dormir, pero el
sentimiento de soledad les quita la tranquilidad necesaria para descansar.
Los recuerdos, los momentos vividos de alegría perdida o
de tragedia eterna, rondan por la mente
que arrastra los sentimientos hacia la angustia.
La enfermedad aparece de forma oportunista y el cuerpo
está tan deteriorado que sería necesario años de terapia y buenos tratos para
que esas personas vuelvan a recuperar la dignidad dañada.
La solución solo está en manos del tiempo que pasa
rápido, que cura las heridas más ponzoñosas y que finalmente borra de nuestra
memoria toda esa miseria que compartimos con la indiferencia del prójimo frente
a nuestro ocaso.
Hay que seguir donando, colaborando y ayudando. Por eso
no hay nada mejor que mirarnos en los ojos del otro.
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